5 miedos por los que no doy el paso al veganismo

Los miedos por los que no doy el paso al veganismo
Tiempo estimado de lectura: 6 minutos

Última actualización: 22 octubre, 2021


Existen algunos miedos que nos inmovilizan en la vida. El vértigo ante el cambio, lo desconocido o lo que se escapa a nuestro control es natural del ser humano. Pero gracias a la información podemos tomar las riendas de nuestras decisiones y hacerlo de forma segura y convencida. Recuerda que a veces los cambios sí son para mejor. Los miedos por los que no das el paso al veganismo son solo eso, miedos, y los podemos superar juntos.

Para hablar sobre las dudas con las que uno se enfrenta antes de dar el paso hacía el veganismo, hemos invitado a nuestra amiga Cristina para que nos comparta su experiencia.

Cristina tiene 32 años, es licenciada en Comunicación Audiovisual y vive en Valencia. Empezó siendo vegetariana durante 1 año e hizo el cambio al veganismo en el 2016. Ella misma dice: “En el colegio recogía firmas para frenar la tauromaquia y, aunque tardé más de lo que me hubiera gustado en dar el paso, llegó un punto en el que me di cuenta de que no me sentía tranquila ni coherente con mis pensamientos cuando consumía productos animales”.

Ahora, comparte recetas en la cuenta @nosolohummus de Instagram para dar facilidades a quien quiera acercarse al mundo vegano. En esta cuenta os encontraréis unas recetas muy ricas y fáciles de preparar, os invitamos a seguirla si no lo hacéis ya. 😉

La alimentación 100% vegetal es el primer paso hacía el veganismo

Antes de hablar de esos miedos que nos bloquean cuando pensamos en dar el paso hacia el veganismo, haré una pausa para diferenciar entre una alimentación 100% vegetal (plant based) y el veganismo en sí mismo.

Si bien la primera cuestión está clara, a menudo se confunden ambos términos presuponiendo que el primero implica el segundo, y no necesariamente.

Dicho esto, empecemos por el primer –y más importante– paso hacia el veganismo: Una alimentación basada en plantas. Traducido así, bien pudiera parecer que solo comemos hierba, pero nada más lejos de la realidad. Dar el paso a una alimentación vegetal es abrir una puerta infinita a nuevas texturas, sabores, ingredientes y posibilidades nutricionales. Porque antes de esto ¿Quién habría pensado comer nuggets de lentejas o mousse de chocolate con el líquido de los garbanzos?

Y digo que es el paso más importante porque la alimentación es un aspecto obviamente fundamental en nuestra vida. Nos alimentamos mínimo tres veces al día y es nuestra garantía de vida y salud. De ahí que sea el cambio que mayor miedo genera a la hora de dar el paso.

Basándome en mi experiencia, hablaré de los cinco miedos que más paralizan en el proceso de transición a la alimentación vegana.

1. ¿Voy a tener carencias nutricionales?

Bueno, lo primero que has de saber es que la ciencia está de nuestra parte (al menos la actualizada). Diferentes estudios y organismos oficiales apuntan que llevar una alimentación vegetariana o vegana reduce el riesgo de sufrir enfermedades tipo cáncer, obesidad, diabetes tipo 2 o hipertensión, entre otras. Por poner algunos ejemplos, este artículo de The American Journal of Clinical Nutrition expone la relación entre las dietas veganas y sus efectos en la salud. En este otro recogido por la Unión Vegetariana Española y publicado por The British Medical Journal se habla de que las proteínas de origen vegetal previenen la muerte prematura. (También hemos hablado sobre los efectos del veganismo para la salud humana en el otro post )

Si bien algunos negacionistas (no podía no apropiarme del término yo también) hablan de las terribles carencias de B12, vitamina D o proteína que la alimentación vegana conlleva, numerosas nutricionistas y organizaciones como la OMS aseguran que una alimentación vegetal bien planificada tiene todos los aportes nutricionales necesarios en todas las etapas de la vida (embarazo, lactancia, niñez o vejez).

La vitamina B12 se encuentra naturalmente en alimentos de origen animal. Por tanto, es la única suplementación realmente necesaria en una dieta vegetariana y vegana. Mi recomendación si tienes dudas es recurrir a una profesional especializada en nutrición vegetal o general, que esté actualizada.

2. ¿Mi entorno me va a entender?

No. Siento ser tan contundente, pero la realidad es que al enterarse de tu cambio poca gente te va a entender o respetar sin antes haber cuestionado tu decisión. Pero, aquí va la buena noticia: ¡Con el tiempo se les pasa!

En el momento en el que tu entorno (familia, amigos, pareja…) se entera de tu cambio, empezarán a llover preguntas con cierta carga juzgona, interrogatorios nutricionales (como si alguna vez les hubiera importado el tema) o, en el mejor de los casos, comentarios cargados de intriga y curiosidad. Calma. Entiende que es la novedad y da mucho juego en las tertulias y sobremesas familiares.

Al principio, todo esto se hace un poco bola. Ten en cuenta que es todavía algo novedoso y desconocido para la mayoría, con muchos mitos por medio y con una cultura muy arraigada al carnismo. Saca toda tu paciencia a relucir y discierne entre las muestras educadas de interés y quien solo quiere marearte un rato. Al cabo de un tiempo aprenderán a respetarte y ya no serás el centro de las conversaciones en cada reunión.

3. Me da ‘vergüenza’ decir que soy vegana.

Aunque al leerlo te haya extrañado, este sentimiento lo viví yo en cuanto empecé a dejar de comer cualquier alimento de origen animal, y quizá también te pase. Lo cierto es que si eres vegetariano tu alrededor suele entenderlo mejor, pero ser vegana es para algunos una medida demasiado ‘extremista’.

Personalmente, no me gusta ser el centro de las conversaciones ni causar ‘molestias’ a nadie allá donde voy, por tanto, suelo huir de las etiquetas y de pronunciar las palabras “soy…” (lo que sea). Cuando hace años decidí dar el paso, tardé varios meses en decir oficialmente que era vegana, eso sí, habiendo gastado previamente todos los eufemismos posibles.

Echando la vista atrás, me doy cuenta de que lo mejor es decirlo desde el principio. Se evitan confusiones, facilitas las cosas a las personas que te rodean y te ahorras más de un disgusto cuando te sirven la pizza de verduras sin nada de carne pero hasta arriba de mozzarella.

4. ¿Perderé vida social?

Comer y cenar por ahí es uno de los planes por excelencia en las salidas con amigos/as, por eso es normal que surjan dudas con respecto a las opciones adaptadas que podremos encontrar cuando salimos a un bar o restaurante. Por suerte, cada vez hay más sitios con una oferta 100% vegetal y más opciones vegetarianas (veganizables casi siempre) en los restaurantes comunes. Al principio te hartarás de parrilladas de verduras y ensaladas, pero recuerda este mantra: “Las patatas bravas con la salsa aparte y los nachos con extra de guacamole”.

En este post hemos hablado sobre cómo saber elegir con éxito el lugar donde comer o cenar para que tanto tú como tu entorno viváis estos planes con total normalidad.

5. Pero es que ‘no puedo vivir’ sin queso.

Esta frase quizá es la que más oirás o sientas como propia. Si te paras a analizarla, es bastante sorprendente cómo la tradición cultural influye en nuestros hábitos y comportamientos. Nos han inculcado tanto desde bien pequeños que los lácteos son esenciales durante nuestro crecimiento (y de mayores para nuestros huesos). Como resultado, hemos formado casi rituales que practicamos en nuestro día a día y que nos parecen imposibles de cambiar. “¿Y qué pasa con mi cafecito con leche cada mañana?”¿Y el picoteo con una buena tabla de quesos?”Mejor un yogur después de las comidas, que la fruta engorda…”.

Esto, sumado al esfuerzo de la industria láctea que invierte cientos de euros cada año en publicidad para mostrar lo felices que viven las vacas en los prados, hace que mucha gente ni se plantee por qué está mal tomar leche, queso o yogur. Pero, spoiler: Está mal, no es bueno para la salud y las vacas no viven en los prados al aire libre. Solo tienes que googlear sobre la producción láctea para descubrir el completo horror y maltrato que existe en las vidas de las vacas y sus crías. Y si no te convence ese motivo, en este interesante artículo tienes otros ocho motivos para dejar de tomarlos que giran en torno a tu propia salud.

“A nivel puramente nutricional, decir que los lácteos son imprescindibles es mentir. O, como poco, ser un mal profesional, porque no lo son”.

Además, por si fuera poco, lo tenemos más fácil que nunca con todas las alternativas vegetales que existen (bebidas vegetales, untables, mozzarella o parmesano vegano…) y hay todo un universo en la elaboración de no-quesos caseros que te animo a explorar.


Un cambio gradual

En conclusión, aunque tengas dudas por falta de información o presión del entorno, lo importante es que estés convencida con la responsabilidad ética y moral que debemos ejercer hacia nuestro cuerpo, planeta y animales. Si de momento no te ves capaz de dejar de comer animales, al menos reduce mucho su consumo (hay motivos de sobra); o si no quieres eliminar los lácteos del todo, céntrate en lo demás.


Esperamos que este post te ha resultado útil. Puedes encontrar más información relacionada en nuestro blog, te invitamos a que le eches un ojo o dejes un comentario más abajo.

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